Entradas

SAN MAXIMILIANO KOLBE

Imagen
  Llegan a Cracovia terribles noticias acerca de   lo que sucede en el campo de concentración de Oswiecim llamado «Auschwitz» por los alemanes. Ha sido en las Navidades de 1941 cuando las familias polacas van conociendo la historia increíble de cómo murió el padre Kolbe... Vino la guerra. Los sicarios de la Gestapo cazaron al padre Kolbe. De la prisión de Pawiak lo pasaron al infierno de Auschwitz. Lo tatuaron con el número 16.670, y le asignaron un sitio en el bloque 17 destinado a trabajos forzados: sufrió como sus compañeros humillaciones, golpes, insultos, mordiscos de los perros, chorros de agua helada cuando estaba devorado por la fiebre, sed y hambre, idas y venidas arrastrando cadáveres desde las celdas al horno crematorio. Auschwitz era la antesala del infierno. Convertido en una piltrafa, Kolbe fue colocado unas semanas en el bloque 12, de los inválidos, para «reponerse». Luego pasó al bloque 14. Pertenecía al 14 el día en que un prisionero se fugó. El comandante del ca

EL DRAGÓN

Imagen
  La gran afición del aristócrata Ye venía probablemente de su nacimiento. Según el Zodiaco chino, vino al mundo cuando reinaba el signo más fuerte de los doce animales que conforman el horóscopo chino. Nació en el año del Dragón. Adoraba ese signo legendario como algo propio de su existencia. Los techos de su residencia se remataban con dragones tallados. Todos los muebles de la casa estaban decorados con imágenes de ese animal omnipotente. Su fabulosa colección de figuras de dragón era indudablemente la mejor de todo el imperio. y como si la profusa presencia del animal en su casa no fuera suficiente, adornó todas sus prendas con bordados o estampaciones de dragón, se casó con una mujer del mismo signo, doce años más joven que él, eligió la servidumbre únicamente entre las doncellas nacidas con el mismo signo de su preferencia. Dragón, dragón, todo dragón. Cuando el Dragón celeste, que vivía en el cielo, se enteró de su gran afición, conmovido y agradecido, descendió a la Tierra

LA CEBOLLETA

Imagen
Había una vez una vieja avara, que había vivido para sí, amasando una fortuna que nunca llegó a disfrutar, como les pasa a todos los avaros. No había ayudado casi en toda su vida a nadie, aunque por su puerta habían pasado muchos necesitados. Y así, poco a poco, durante toda su existencia, aquella vieja, que nunca, desde que creció, había dejado de ser vieja, se fue quedando sola, y murió, como morimos todos. Bueno, no exactamente como morimos todos: ella murió desesperada porque no se podía llevar consigo nada de lo que poseía. Y llegó a las puertas del cielo. Allí la recibieron con los brazos abiertos, pero claro, le pidieron la entrada. Y la vieja, que venía enfadadísima por no haber podido traer siquiera un real en los bolsillos, dijo que no tenía nada con lo que pagar. Entonces le enseñaron un cartel que había junto a la puerta: “Lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis. Firmado: Jesucristo, el Hijo de Dios”. Así que, le dijeron, la entr

SIEMPRE SE HA HECHO ASÍ

Imagen
Un día, un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Siendo animal irracional, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas. Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, líder de un rebaño, que, viendo el espacio ya abierto, hizo a sus compañeros seguir por allí. Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa. Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos, si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro. Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle pr

EL ZOOLÓGICO

Imagen
  Un  ermitaño se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer. La gente no entendía cómo era posible que tuviera tanto trabajo en su desierto. A lo que les contestó: - Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león". - No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales? Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron: - Estos animales los llevamos dentro: Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas... ¡SON MIS OJOS! Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir... ¡SON MIS MANOS! Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un

LA CANASTA VACÍA

Imagen
  La esposa del Faraón de Egipto tuvo un parto de cinco hijos, cuatro de ellos varones y una niña. Tras el parto, la esposa del faraón, murió. Pasados los años y crecidos sus hijos, el Faraón se enfrentó al dilema de escoger a su sucesor. Dado que todos habían nacido en el mismo parto, no había un primogénito. Consultó con el Consejo de Ancianos y   citó a sus hijos -incluida la hija- y les dijo: -Tenéis seis meses para plantear el proyecto más beneficioso para Egipto, quién así lo haga será elegido mi sucesor. Seis meses después los cinco hijos se congregaron en el Salón del Faraón portando los varones gran cantidad de maquetas y planos, y la hija una canasta vacía. El Faraón escuchó los Proyectos... cada cual superaba al anterior: Caminos, canales de riego, silos par las cosechas de cereal, pirámides... Sin embargo, al llegar el turno a la hija ésta mostró su canasta vacía y dijo: -Padre, yo traigo una canasta vacía que hoy vale tanto como los proyectos que has visto. N

MADRE E HIJO

Imagen
Una madre y su hijo iban a cruzar un río. Entonces la madre dijo: - Hijo, coge mi mano. El niño respondió: - No mami, coge tú mi mano mejor. La madre preguntó: - Hijo, ¿y cuál es la diferencia? El niño respondió temerosamente: - Si algo me pasas mientras cruzamos, seguramente yo suelte tu mano... Pero si tú tomas la mía, estoy seguro de que pase lo que pase, ¡no me soltarás!